¿NOS CASAMOS?

Os preguntaréis porque un sacerdote habla de casarse o matrimonio cuando los sacerdotes católicos no se casan?
Pues bien, tenéis razón, en este caso no vengo hablar del matrimonio en el sacerdocio, quiero compartir la experiencia de varias personas que en realidad sí están viviendo su matrimonio y lo han venido viviendo como debe ser, personas reales con historias reales, y que me ha parecido muy sugerente compartirlo.
Distintos estudios muestran que el matrimonio aporta altos índices de bienestar y realización personal así como de felicidad en los hijos. De hecho, un matrimonio que funciona genera una familia sólida; es decir, cuidar la pareja es cuidar a la familia y es cuidar a los hijos: “En mi experiencia profesional –afirma el profesor Pablo Guerrero Rodríguez, sacerdote y terapeuta de pareja-, he descubierto que la buena formación familiar comienza por una buena formación de pareja y que, una de las herencias más importantes y definitorias que los padres dejan a sus hijos es, precisamente, su relación de pareja; ésta les condicionará en un sentido o en otro”.

Una decisión meditada

Para el psicólogo Erick Quesada:
“Casarse no es una decisión que pueda tomarse a la ligera; requiere de un profundo análisis a fin de que las personas comprendan la magnitud del compromiso”.
Más que primordial, es urgente que se reflexione en nuestra sociedad sobre el significado del matrimonio, si tenemos en cuenta las estadísticas sobre rupturas matrimoniales. Y el cursillo pre-matrimonial ayuda a reflexionar a las parejas sobre este paso que quieren dar. Expone Quesada que el matrimonio “cambia la vida por completo, pues cuando los dos vivan juntos deben enfocarse en el otro, en la realización de los planes que han trazado, y establecer una comunicación sana que les permita mantener el vínculo fortalecido”.
matrimonioEl paso al matrimonio no debe darse por convencionalismos sociales, es decir, por creer que hay que casarse en algún momento de la vida o por presiones familiares o sociales, además, el éxito del noviazgo no es la boda, sino conocer previamente si esas dos personas quieren compartir realmente sus vidas, y si son aptas para ello… En la gran mayoría de los casos ya uno va más que decidido a casarse cuando comienza el cursillo, y aunque no es lo habitual, se ha dado el caso de que alguna pareja recondujo su decisión y al final, no se casaron. “Y ahora son felices cada uno con su familia y sus hijos. Para eso también tiene que servir el cursillo, porque si no se está preparado y lo que ves de tu pareja -con la que no habías hablado de temas trascendentales del ser humano y de la vida- te deja descolocado, lo mejor es que no empieces ese proyecto”.

“Mi marido, yo y Jesucristo”

“El cristianismo aporta a la institución matrimonial el hecho de que en realidad, los que se casan son “tres”. Es decir, en nuestro matrimonio estamos mi marido, yo, y Jesucristo. Él es el verdadero garante de nuestra unión. La presencia de Jesucristo en el matrimonio es un regalo inmenso. Y si se quiere que tu vida vaya de acuerdo con los valores del Evangelio, esa unión será fructífera, porque Él la garantiza”. Esto no significa, que los que no se casen por la Iglesia no sean felices. Lo serán si se comprometen, si se dan el uno al otro. Si buscan un proyecto común, si miran por el otro y si quieren labrar un nosotros”. Pero los cristianos, además, contamos con ese garante de nuestra unión, que es Jesucristo, y gracias a esto somos luz para el mundo. El Papa lo ha dicho bien claro:
“La familia es el núcleo fundamental de la Iglesia; entonces, cuando entre nosotros y nuestros hijos está Cristo, de alguna manera se está manifestando el amor de Cristo por su Iglesia”.
“Además, la fe es una guía en tu matrimonio. Te alienta y a la vez te exige, te ayuda a ser feliz contigo, con tu pareja, con tus hijos, con la gente que te rodea. Hay otras felicidades pero no son perdurables en el tiempo, son pasajeras, en cambio el objetivo del matrimonio cristiano es procurar que seas feliz y que los que te rodean, también lo sean”.

Cómo llegan los novios al cursillo

Unos amigos que participaron en los cursillos comentan:
matrimonio“La mayoría de la gente viene sin ningún tipo de compromiso de cara a formar un matrimonio cristiano. En algunos casos han pasado muchos años sin contacto con la parroquia, tuvieron su iniciación a la fe en el colegio, la catequesis de Primera Comunión… y la preparación a la boda. “Nosotros les decimos, junto a toda la formación de vivir en pareja que les damos, que Dios va a estar ahí para ayudarles y que podrán tirar de esa fe para superar las crisis y las dificultades. Tam- bién les comentamos que éste es un momento muy bueno en su vida para abrir las puertas a Dios, a la Iglesia y a la fe, que no pasa nada porque Jesús entre en su vida, que le den una oportu- nidad… Y algunos, en algún mo- mento lo harán… aunque durante el cursillo muchos no lo ven, sin embargo nos escuchan y acogen con mucho ánimo la preparación al matrimonio”. “Se van muy contentos –asegura Antonio-, y con esa ayudita metida ahí en su corazón, hay más posibilidades de que su proyecto llegue a buen puerto”.
El ambiente durante el curso es muy cordial y deja un buen recuerdo en los novios, de tal manera que para algunos esposos puede significar el principio del paso de una fe tradicional,a la fe viva y vivida. Como así les ocurrió a Mari Carmen y Octavio: “Nosotros nos casamos por la vía tradicional e hicimos el cursillo, que nos gustó bastante; pero no teníamos la inquietud ni la formación que tenemos ahora, tan necesaria para casarse.
En nuestro caso, el Sacramento del Matrimonio nos iluminó para buscar a la Iglesia de una forma más intensa, y vimos que la Iglesia nos acogió. Entramos en la Iglesia de una forma activa movidos por transmitirles la fe a nuestros hijos. Pero nosotros no tuvimos esa visión del matrimonio, de la familia, al casarnos. Nosotros hemos reconducido nuestro proyecto de pareja. De hecho, al principio… ¡no lo teníamos!

Valores compartidos

Hay novios que llegan al cursillo con suspicacia, con prevención, pero encuentran la agradable sor- presa de que no se trata de ninguna charla magistral, sino que con mucha sencillez y confianza se les ayuda a abrir los ojos para poner en práctica, desde el principio, una serie de valores y actitudes que tienen que ver con el respeto fundamental a la realidad del otro, el diálogo y la comunicación permanente; la ternura para superar los conflictos que la vida en común trae siempre consigo; el ejercicio de la voluntad, el esfuerzo para comprenderse, estructurar los sueños, los deseos y cómo alcanzarlos… para que la pareja tenga una vida verdaderamente compartida, no dividida, y se desarrolle en la misma dirección.
Se les propone que analicen si hay coincidencia con su pareja en unos mínimos valores personales, que al final se convertirán en valores compartidos, porque los esposos vivirán conforme a ellos: ¿Cómo vivimos? ¿Cómo priorizamos? ¿Por dónde tiramos? ¿Cómo educamos a nuestros hijos? ¿Qué ejemplos les damos?

Parejas con convivencia previa al matrimonio

También llegan bastantes parejas al cursillo que ya llevan varios años conviviendo juntos… “Entonces, la preparación al matrimonio se enfoca de otra manera. Con ellos hacemos más hincapié en el hecho de que entre Cristo en su vida, en su casa, para vivir el matrimonio a tres, porque la convivencia ya la tienen organi- zada y muchas cosas superadas: el tema de la suegra, el reparto de las tareas…”, explican. “En definitiva, se ofrece a los novios una formación basada en que el matrimonio cristiano está habitado por Dios, está “acompañado”, explicándoles que contar con las dificultades y conocerlas les ayudará a afrontarlas y ajustar el nivel de expectativas a esa realidad”, afirma Rosa.
La vida sexual es otro aspecto a considerar. Tal como señala Pablo Guerrero, sacerdote y terapeuta,
“cada vez hay más parejas que han iniciado su vida sexual, por lo tanto, antes de entrar al matrimonio es conveniente que analicen la calidad de la intimidad; si hay espontaneidad y si la comunicación es fluida también en ese sentido. En todo caso, la afectividad ha de vivirse como comunicación profunda, como expresión palpable del amor”.
Su deseo es tener un mejor conocimiento sobre estos temas y sobre todo, cómo abordarlos en el cursillo prematrimonial, ante la realidad del uso de anticonceptivos por parte de muchas parejas.

Somos tú y yo: nace una nueva familia

Tener presente el reparto de tareas, y de que tú y yo somos distintos y complementarios: un hombre y una mujer son distintos, física y emocionalmente, y hay que asumir y entender esta realidad. De lo importante que es tener un proyecto común, es decir, saber a dónde vamos, respetando nuestras esferas individuales para conservar la mutua admiración, sin interferir en la esfera individual del otro y mirar al mismo punto como objetivo final: el Yo debe seguir existiendo, pero complementado con el Nosotros”.
“El paso del enamoramiento al amor, y el papel de la voluntad y de la inteligencia en ese paso, con la ayuda de Cristo. Dentro del proyecto común, están los hijos. Los hijos son un regalo, un don de Dios, cada familia es un mundo y cada uno sabe qué generosidad le está pidiendo el Señor: habrá familias que sean muy generosas teniendo dos hijos, y las habrá que sean muy egoístas teniendo cuatro”.
Rosa y Antonio piensan que los cursillos prematrimoniales no son suficientes; que es preciso un acompañamiento efectivo a los esposos en la maduración de su relación, especialmente en los primeros años de su matrimonio. Así, se trataría de intensificar la pastoral matrimonial, de forma que estuviese muy vinculada a la labor prematrimonial. De hecho, creen que “la pareja no está recibiendo la atención que debería tener por parte de la Iglesia”. Si tenemos en cuenta las estadísticas, parece haría falta un redoblado esfuerzo en este sentido.
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